Íbamos camino a la cancha y veía miles de personas yendo caminando, otras en bus, todos eran hinchas del club.
Lo llamativo era que podía ver quienes iban dentro de los buses. En uno, además de los hinchas, habían prostitutas, travestis, drogadictos, mezclados entre todos, y sabía que no era solo en el bus, lo mismo sucedía en todo el evento.
Me impresionaba porque podía ver en el sueño como dentro del bus todos satisfacían sus bajas pasiones, los drogadictos se drogaban, las prostitutas y travestis tenían relaciones con hombres, en medio del montón.
Al mismo tiempo veía en lo espiritual que algunos hinchas tenían rostros de demonios, y otros parecían estar poseídos y querían atacarnos a mí y al hermano.
La gente estaba más preocupada por el partido de fútbol que por otras cosas, el centro de sus corazones era el fútbol, lo más importante para todos los asistentes.
Ya había escuchado mensajes de Dios sobre la idolatría del fútbol, pero de igual manera no lo veía como algo tan malo, pues personalmente no lo consideraba como un ídolo para mí, mas me daba cuenta que tampoco era capaz de quitarlo de mí, ¡estaba atado!.
“1Timoteo 4:8 porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.”
Claramente me estaba hablando de que era mejor dedicarme a Él, más aún que ese día era domingo, día del Señor. Y a pesar de todo, no hice caso y fui igual.
Llegué a la cancha, inició el partido (todos los jugadores mundanos) y en una jugada, de la manera más absurda se cae un jugador del otro equipo encima de mí, y de una caída tan tonta me fisura la costilla que casi se me rompe. Me quedé sin aire, me ahogaba, me llevé un grandísimo susto.
Mas tarde me dijo la doctora que apenas me salvé, porque casi me perforó el pulmón.
Arrepentido le pedí perdón al Señor por haberle desobedecido y ya van tres años que dejé el fútbol, que era mi pasión. ¡Lección aprendida!.
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