Cuando el pueblo de Dios se presenta a ofrecer su sacrificio de alabanza y adoración en comunión ante su altar, sin afanes ni distracciones, sin puertas abiertas de pecado, en santidad, entonces la llama de su Espíritu se enciende como una gran fogata que cubre a todos los congregados, es la presencia de Dios.
Para que esto suceda el pueblo tiene que prepararse previamente en oración, despojarse de todo peso de pecado, ansiedad, etc. purificarse totalmente en su tiempo de intimidad con el Señor.
Cuando no hay puertas abiertas, el enemigo rodeará la congregación buscando por donde entrar, pero le será imposible.
• 1Reyes 8:11 Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová.
• Juan 4:24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.