
Con rencor en el corazón, el creyente puede apagarse repentinamente, y luego caerse espiritualmente.
Es necesario que el pueblo de Dios entienda que “la falta de perdón es un pecado muy grave”.
• Mateo 6:15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas
Mientras la persona no perdona tampoco puede recibir el perdón de Dios. Cuando los discípulos preguntaron cuantas veces tenían que perdonar al ofensor, Jesús les dijo setenta veces siete en un día, una forma de decirles “perdonen todas las veces”.
• Mateo 18:32-34 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.
Uno de los enemigos más devastadores de nuestra fe es el asunto de la ofensa. En algún momento, alguien te ofenderá y tú ofenderás a alguien, sin querer. Se requieren dos respuestas: Cuando te has ofendido, ¿tendrás la fe y la obediencia para decir: “Te perdono por esto”? Y cuando has ofendido a alguien, ¿tendrás la humildad de decir: “Por favor, perdóname”?
Cuando has sido herido, Jesús tiene instrucciones para tu dolor. Al hablar con los discípulos, Jesús les dijo: “Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!... Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale” (Lucas 17:1, 4). Fue en este punto que los discípulos clamaron: “Auméntanos la fe” (17:5).
La fe es absolutamente esencial para la sanidad de las ofensas. Sin sanidad, las ofensas pueden convertirse en falta de perdón, lo que hará que la muerte se extienda a cada parte de tu vida.
En el caso de ofender a alguien más, los discípulos fueron criados bajo una ley que decía que uno ama a los que le aman y odia a sus enemigos. Dios entiende cualquier ofensa que soportamos y no la toma a la ligera. Jesús trajo un nuevo mensaje de perdón, sin limitación; y el perdón que damos a los demás no se puede comparar con el perdón incondicional que recibimos de nuestro Padre.
Jesús nos enseñó a orar: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” (Mateo 6:11-13). Nunca serás más como Dios que cuando perdonas en fe y es el fluir divino del Espíritu de Dios el que puede reconstruirte y permitirte perdonar. ▫