
Una persona se sumerge en estas aguas, cuando lo hace se olvida de todo, se desconecta completamente del mundo.
Estas aguas representan el fluir del Espíritu Santo, el río de Dios, a través de la oración y la alabanza en la comunión íntima.
El creyente que busca el rostro del Señor debe hacerlo hasta llegar a ese punto, donde entra en sintonía con el Señor desligándose completamente de lo terrenal a ese lugar (no lugar) donde la presencia de Dios inunda y llena. No se debe interrumpir ese tiempo, se debe dejar fluir la presencia del Señor como las aguas de un río.
• Juan 7:38-39 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo