En ese llamado el Señor advertía que no escucharía más las intercesiones de su pueblo, porque muchos de sus hijos interceden por las almas, pero descuidan totalmente su vida espiritual, no se escudriñan, no quitan el pecado o cargas que están trayendo. Todo eso trae estorbo en la oración, y también impide que la persona esté lista para el regreso del Señor debido a manchas y arrugas en los vestidos.
Sin embargo, hay muchos que están velando, lavando día a día sus vestidos, estos tienen que continuar intercediendo por las almas con gran clamor. Así como ese remanente lo está haciendo, el llamado es para todos, a no descuidar la preparación personal, alistarse en santidad para así interceder por los demás.
• Apocalipsis 22:14 Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.
• Apocalipsis 8:3 Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono.
![Imagen](/uploads/4/1/7/3/41736611/editor/463233633.jpg?1587645025)
Yo ví al Señor sentado en un trono blanco. Una larga fila se reunió delante de Él. Yo estaba a un lado observando todo esto.
Yo estaba perpleja por el hecho que esa gente no tenía rostro. Donde debían estar sus rostros estaba en blanco.
Cada vez que una persona venía ante el Señor, se abría un libro y Él leía todas las cosas que esta persona había hecho en su vida. Todo estaba escrito y el Señor leía todo el libro de principio a fin.
Toda persona en esta línea en particular fue juzgada y condenada al lago de fuego. Cada vez que el Señor le decía a una persona que estaba condenada, la persona empezaba a gritar y llorar y le rogaba al Señor por una segunda oportunidad. El Señor tenía lágrimas rodando por sus mejillas, pero hacía temblar su cabeza, diciéndole a cada persona que había tenido suficientes oportunidades para arrepentirse y vivir para Él.
Esto siguió por mucho tiempo.
Finalmente el Señor me miró a mí, preguntándome: “¿por qué no estás haciendo algo?”.
Yo estaba confusa. Le pregunté: “¿Qué tú me pedirías que haga?”.
“Orar”, el Señor contestó.
Así que empecé a orar, pero no tan fervientemente en realidad.
Después de un corto tiempo, el Señor giró hacia mí con preocupación y dijo: “Mira esta gente; de verdad míralos”.
Cuando lo hice, sus rostros aparecieron. Eran personas que vagamente conocí. Eran allegados. Yo empecé a orar un poco más ferviente por ellos.
Después de un tiempo, el Señor se volvió hacia mí con fuerza, y dijo: “Mira esta gente nuevamente”. Ahora entre esa gente estaban mis amigos.
"¡Tú tienes que orar con más fuerza!", el Señor me amonestó.
Yo empecé a orar un poco más fuerte. Pero aún así, la fila de gente avanzaba hasta el lugar donde estaba el Señor; Él les leía la historia de sus vidas desde su libro personal, y luego eran condenadas.
![Imagen](/uploads/4/1/7/3/41736611/published/660599008.jpg?1587645130)
"Ven y mira", el Señor me ordenó. Yo no lo quería hacer. Yo tenía miedo, pero era como si una mano en mi espalda me forzaba ir al borde de este pozo negro.
Cuando llegué al borde, miré hacia abajo. Entonces retrocedí en terror y horror. Yo podía ver el pozo negro. Este lucía ser un túnel largo en descenso. Yo podía ver una visible masa de gente en el fondo.
Estaban tan pegados uno del otro que parecía no haber espacio entre todos ellos. Había flamas y llama color rojo-naranja que salía del fondo de pozo negro; olía sulfuro; ví fuego y llamas; sentí un calor intenso del fuego, vi gusanos subiendo sobre todos los cuerpos de la gente en el fondo de este hoyo negro, ¡la gente estaba en llamas, sin embargo no eran consumadas por el fuego!.
Ellos estaban mirando hacia arriba, a la apertura en el tope del hoyo negro. Sus brazos y manos estaban levantado hacia arriba. Ellos se movían desesperadamente como grandes olas, ellos estaban gritando, clamando por libertad, por misericordia. Mas no hubo liberación.
Yo me eché hacia atrás del borde del pozo negro en terror, horror, y desesperación. Me torné nuevamente hacia el Señor sentado en el trono.
El seguía leyendo los libros. Ahora observé una pila interminable de libros puesta al lado del trono. Y yo sabía que cada una de esas personas, en esos libros sería condenada. Miré la larga fila de gente reunida ante el Señor para ser juzgada; ahora observé cada rostro claramente. Ellos eran mis amigos, mi familia, mis parientes familiares, ¡y estaban siendo condenados!.
Pude ver cuando fueron lanzados al hoyo negro, y los escuché, gritaban cuando caían al túnel profundo.
El Señor me tomó con lágrimas que bajaban por sus mejillas, diciéndome: "Ahora ora".
¡Yo empecé a llorar y gritar a Dios que tuviera misericordia de esa gente!.
Cuando cada persona era condenada, yo corría hacia el borde del hoyo negro y trataba de jalarlo hacia atrás para liberarlo. Yo agarraba sus manos y brazos, y trataba de mantenerlos apegados a mí. Pero se deslizaban de mi agarre. Ya no estaba en mí intentar mantener a las personas que yo amaba y evitar que cayeran al hoyo negro. "Déjalos ir", me dijo el Señor.
Yo extendí mis brazos lo más que pude y tomé al Señor, entonces con mi otro brazo busqué en el hoyo negro intentando rescatar a alguna persona fuerz del hoyo negro. "Déjalos ir", el Señor me dijo. "Si yo te suelto, yo iré yo mismo al hoyo”, protesté. "Déjalos ir", dijo nuevamente el Señor. Yo lo solté. Era como si manos invisibles me estuvieran aguantando.
![Imagen](/uploads/4/1/7/3/41736611/591209798_orig.png)
Bajé próximo al borde del hoyo negro, y alcancé hasta dentro de este, tratando de agarrar la gente que caía al hoyo negro. Yo sentí personalmente como si me estuviera quemando con el fuego y las llamas. Por momentos sentí unas tenazas que alcanzaban fuera del hoyo negro y me lastimaron. Sentí quemaduras en mis brazos y rasguños aparecían en mis brazos. Yo estaba llorando y clamando al Señor por la liberación de estos, mis seres queridos. Yo estaba rogando a Dios que tuviera misericordia de mis seres queridos y que no los condenara al hoyo negro.
"Es más fácil orar por los perdidos cuando son nuestros propios seres queridos", el Señor me dijo. "Recuerda que todos los perdidos son mis seres queridos. Yo quiero que mis hijos empiecen a orar por esto, mis hijos perdidos, como tú estás orando ahora”.
“Yo levantaré una generación de intercesores que ocupen el vacío de estos mis seres queridos. Estos intercesores sentirán el caliente de la batalla, y serás quemado por este. Las fuerzas del infierno vendrán contra ellos y los atacarán. Pero yo estré con ellos y les mantendré atados a mí".
Ezequiel 22:30
Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé.
Lamentaciones 2:11
Mis ojos desfallecieron de lágrimas, se conmovieron mis entrañas,
Mi hígado se derramó por tierra a causa del quebrantamiento de la hija de mi pueblo,
Lamentaciones 2:19
Levántate, da voces en la noche, al comenzar las vigilias;
Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor;
Alza tus manos a él implorando la vida de tus pequeñitos,
Que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles.
Lucas18:7 ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?
Del lat. clamor, -ōris.
1. m. Grito o voz que se profiere con vigor y esfuerzo.
2. m. Grito vehemente de una multitud. U. t. en sent. fig.
3. m. Voz lastimosa que indica aflicción o pasión de ánimo.