
Cada creyente representa a un árbol. Cuando alguien se entrega al Señor, comienza un proceso de formación espiritual hasta llegar al nuevo nacimiento. Luego continuará creciendo y dando frutos.
Lo mismo se aplica al ejemplo del árbol, más recibe nutrientes, más crece, de igual manera mientras el creyente más avanza en la fe y santidad y más va creciendo en estatura espiritual, pero el problema radica cuando una persona se estanca.
• Salmo 1:3
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.
En cierta época del año las hojas de un árbol caen, como parte de un proceso natural. Pero cuando creyente se estanca, se empieza a secar de a poco, incluso podría estar en el camino, congregándose, pero sin crecer en la fe, queda estancado. Y al permanecer así su vida espiritual se va secando, apagando, enfriando y hasta que se seca completamente, y, como sucede con un árbol seco totalmente, ya no dará frutos, ni sombra, ya no sirve y tiene que cortarse.
• Lucas 13:7-8 Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? El entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.
El verdadero creyente siempre está creciendo en la fe, hasta llegar a la estatura del Maestro. Pero el que no avanza y se estanca, va lentamente a una muerta espiritual. ¡Hay que avanzar siempre!.